Por estos días se está llevando a cabo una serie de celebraciones por un aniversario más de la inmigración japonesa al Perú. Para hoy se programó la exhibición anual de artes marciales, un evento obligado y clásico en el Dojo del Centro Cultural Peruano Japonés.

Como cada año, mi interés por las artes marciales japonesas me llevó a asistir puntualmente a la exhibición. Cuál sería mi sorpresa al ver cómo había cambiado la exhibición en su fondo y en su forma.

El evento fue programado para la 7:30 de la noche. Creo que todos los años ha sido para la misma hora. Sin embargo, hoy se olvidaron de la característica puntualidad japonesa y se dejaron llevar por la famosa "hora peruana", empezando media hora más tarde. Sí, leyó bien, amigo lector; la comunidad peruano-japonesa olvidó a sus ancestros y empezaron treinta minutos más tarde.

La puntualidad -me enseñó mi sensei- es una muestra de respeto por el tiempo de vida de los demás. Y realmente me sentí ofendido. Hasta ahora no puedo creer que los japoneses hayan permitido esto, pero lo peor es que no dieron explicaciones ni mucho menos pidieron disculpas.

Luego postergaron la exhibición para entregar premios a los deportistas de la comunidad nikkei (peruano-japonesa) que habían dado medallas al Perú. Yo estoy de acuerdo con reconocer los logros de los demás, pero creo que en todo caso debieron empezar más temprano, pues esa ceremonia duró aproximadamente 45 minutos.

Finalmente llegó el momento de la exihibición. Me pareció ver menos gente mostrando las artes marciales. Como sabemos, las 4 artes marciales japonesas fundamentales son: karatedo, aikido, judo y kendo. Pero además se presenta siempre el grupo de radio taiso. Sobre esto último no voy a comentar por respeto a la ancianidad de sus miembros.

Empecemos con Kendo. Su exhibición fue igual que todos los años. Desde mi punto de vista, no les interesa mostrar el potencial del camino de la espada y se han acostumbrado a hacer los mismos movimientos todos los años.

Le siguió el Karatedo estilo Shorin. Su presentación no mostraba la esencia del karatedo. Uno llega a pensar que el Shorin ryu no tiene nada de especial frente a las demás ramas del karatedo y eso incrementa la ignorancia y la superficialidad con que se conocen las artes marciales.

Siguió el Judo. Su exhibición fue la de la año pasado con un 20% menos. No hubo randori (lucha real) y se limitó a mostrar una mujer que supuestamente se defendía de varios atacantes, sin convencer y ejecutando incluso un movimiento suicida y gracioso que arrancó risas del público.

Continuó el karatedo estilo enshin. Probablemente el único estilo que se diferencia de los demás con notoriedad. Incluso la reseña hecha sobre esta escuela fue consistente. Si la exhibición la hubieran realizado cinturones negros, habría mostrado mejor su técnica.

Llegó el aikido y puse más atención. Fue en vano. Lo que vi era digno de un dojo pobre de espíritu. Me dio mucha pena ver cómo alumnos de mi generación mostraban un cinturón mucho más oscuro que el mío, pero una técnica y un espíritu tan débil. Me pregunto qué habrá pasado.

Finalmente entró en escena el karatedo estilo shotokan, hecho famoso por Akio Tamashiro y su ya conocido kata, con el cual ha ganado siempre todos sus campeonatos. Al notar que de ese estilo lo único decente iba a ser ver el kata desarrollado por Tamashiro una vez más, me paré de mi butaca, pedí permiso y me fui decepcionado.

Mi conclusión es que las artes marciales en muchos dojo se han convertido en un negocio. La mediocridad ha transformado el arte en una mercancía que se materializa en la venta de los cinturones que ostentan orgullosos los niños para sus padres.

Mucha de la culpa de tan decepcionante exhibición la tiene la organización, pues el 70% de los participantes de la exhibición eran niños que llevaban regularmente los cursos. Obviemente, esto busca que los padres -un montón filmando la exhibición- sigan pagando las altas mensualidades del dojo y que otros padres, deseosos de ver a sus hijos al más puro estilo gringo, se animen a pagar cientos de soles por ver a sus hijos como karate kids.

Todo tiempo pasado fue mejor.

Katsumoto
En las dos partes anteriores relaté cómo los miembros de mi familia tuvieron extrañas anécdotas con apariciones en mi casa. Hoy les entrego la tercera parte de la crónica sobre fantasmas: mis experiencias.

Yo no suelo sufrir de insomnio. En parte a mis agitadas rutinas y a mi gusto por dormir. Una noche yo dormía tranquilamente, pero de pronto desperté por un frío en los pies. Me dí cuenta de que mis pies estaban descubiertos por la frazada. Claro, cualquiera dirá que eso es lo que pasa normalmente cuando jalas la frazada y te destapas alguna parte del cuerpo sin querer. Pero, ¿cómo explicar que la frazada esté doblada y redoblada prolijamente hasta mis tobillos?

En otra ocasión, sucedió que había terminado de hacer una tarea de la universidad. Eran como las dos de la madrugada y bajé a revisar si la puerta de mi casa en el primer piso estaba asegurada con llave y candado. Todos dormían y el silencio imperaba. Cuando regresé a mi cuarto, cuál sería mi sorpresa al ver el televisor de mi cuarto encendido al lado de mi cama. Ese televisor no tenía opción despertador y estoy seguro de que estaba apagado. Es lo más cercano a la película Poltergeist que me ha tocado vivir.

Finalmente, puedo contarles mi experiencia fantasmal más cercana. Ya dormía yo plácidamente cuando, de pronto, desperté siendo levitado por alguna fuerza extraña a varios algunos centímetros de mi cama. Inmediatamente, fui "soltado" y azotado contra la cama. No fue mi imaginación, a pesar de que todo pasó muy rápidamente.

Yo no siento miedo de estas situaciones paranormales. No le temo a la oscuridad ni a los fantasmas. Sin embargo, me pregunto hasta ahora porqué mi casa -o mi familia- fue elegida por seres extraños. En todo caso, podría ser que mi casa sea una especie de "estación de tren" espiritual y que sea fácil ingresar a ella.

Parece que las cosas se han calmado y yo no he vuelto a tener estas anécdotas. No obstante, si volviera a suceder, espero que tenga la oportunidad de tener alguna forma de comunicación con esos espíritus, pues hay preguntas cuyas respuestas no voy a conocer en este mundo.

Katsumoto
En esta segunda parte me ocuparé de relatar algunos encuentros paranormales que han tenido los miembros de mi familia en casa.

En casa solemos tener siempre al menos un perro. Por ahora, una perra boxer nos acompaña y siempre está con nosotros.

Al final del pasillo se encuentra el dormitorio de mi madre. Frente a él, hay un baño y al final del pasillo, está la cocina. Un día, avanzada la noche y estando de viaje mi madre, ella notó que la boxer se quedaba mirando fijamente hacia el final del pasillo, no habiendo nadie. Esto lo hemos notado todos varias veces y lo único que se nos ocurre es que la perra es tan sensitiva que logró sentir a algún pericote en la cocina.

Sin embargo, cierta noche, en las mismas circunstancias, mi hermana estaba en el cuarto de mi madre con la boxer. De un momento a otro, la boxer empezó a gruñir mirando hacia el baño desde la puerta, sin que hubiera nadie dentro (ni despierto en la casa). Mi hermana dice haber visto que una niña en camisón pasó por el baño. En este caso, no se nos ocurrió un argumento para explicar el hecho y teniendo en cuenta de que mi hermana la única droga que se mete al organismo es su gaseosa negra, pues le creo.

En la tercera parte de este post, comentaré algunas de las situaciones extrañas que me tocaron vivir en casa y cómo no puedo explicarlas hasta ahora.

Katsumoto
Hace aproximadamente diecisiete años llegué a la casa en la que vivo con mi madre y mis hermanos. Con esfuerzo, donaciones y deudas por doquier mi madre logró levantar sus paredes y ponerle techo.

Hoy nuestra casa tiene dos pisos techados y está bien conservada. Sin embargo, hace poco sucedió algo que durante un tiempo había dejado de suceder, pero que por circunstancias de la vida, supongo que ha vuelto a pasar.

No se puede decir que mi casa sea vieja, tampoco ha sido construída sobre un cementerio, ni muchos menos ha sido habitada por alguien antes de nosotros. No obstante, todos hemos tenido contacto con alguna aparición o energía extraña al menos una vez en estos diecisiete años.

Mi abuela, quien hace casi un mes llegó para quedarse temporalmente, nos contó hace un par de días que había recibido una visita por parte de sus familiares. Incluyendo su madre.

Yo no le creería -y hasta me reiría- si no hubiera tenido yo también experiencias similares en esta casa. Claro que puedo relatar mis experiencias y lo haré a su debido tiempo (en la segunda o tercera parte), pero por ahora sólo relataré lo que nos contó la abuela.

Debo empezar señalando que mi abuela se está recuperando en mi casa de una intervención quirúrgica que la ha dejado bastante débil. Ahora lo que ella nos contó.

Mi abuela dice haber sido visitada a la medianoche por su madre, vestida de blanco, sin expresión facial y tomada de la mano por una niña a quien no reconocía. Mi abuela dice además haber querido gritar, pero sin posibilidad alguna ya que por alguna razón no podía mover la boca.

Al día siguiente, relata haber recibido la visita de cinco familiares -entre hermanos y sobrinos- fallecidos que llegaron hasta su cama para rodearla y mirarla con una sonrisa que la asustaba, por lo que se entiende que no eran expresiones dulces ni tiernas.

La pregunta es, ¿sería posible que un aspecto de la cercanía a la muerte sea anunciada por nuestros familiares fallecidos?, ¿será un "privilegio" de aquellos que hicieron daño o un trámite para todos?

Aunque su experiencia con estos fantasmas no ha sido escalofriante como las que hemos tenido mi madre, mis hermanos y yo, empiezo a creer que las situaciones de este tipo son circunstanciales y requieren de un motivo que les abra la puerta de la casa.

En la parte 2 me encargaré de relatar los acontecimientos paranormales de los miembros de mi familia.

Preparen canchita.

Katsumoto
Debido a mi estatus de rônin, luego de haber dejado de asistir a mi Dojo original por razones que más adelante posiblemente revelaré en este blog, no estoy entrenando en dojo alguno.

Asimismo, debido a que soy sociable con mis amigos y a que últimamente mucha gente ha pensando en mí haciéndome sujeto de agasajos y fiestas, pues empecé a notar cómo mi ropa empezaba a sentirse un poco más ajustada con cada día que pasaba.

Ambas situaciones me crearon un problema con mi ropa y mi bolsillo, porque no estoy en condiciones de comprarme ropa nueva y soy de los que usan las prendas hasta que terminan como trapos de piso.

Me di cuenta de que no iba a poder detener el crecimiento de mi ya engreído abdomen si es que no hacía algún tipo de ejercicio exigente. Lo más preocupante fue empezar a sentirme débil y sin resistencia muscular. Entonces recordé que hace mucho tiempo habían inaugurado un gimnasio a la vuelta de mi casa.

Fui, me matriculé y recibí mi rutina. Claro que no voy a ser tan gay de pedir una rutina para bajar de peso, yo quiero simplemente exigirles un trabajo fuerte a mis músculos para que no pierdan su fuerza o su resistencia. El hecho de bajar de peso es una consecuencia, no un objetivo.

El gimnasio se parece mucho al de Apollo Creed en Rocky III. Paredes sin tarrajear, máquinas viejas, óxido en algunas partes y un 90% de población masculina (5% es femenina y 5% es gay de los restantes).

Basta decir que me gustó el look del gimnasio. Era un lugar para trabajar, sufrir y sudar...casi como lo que debe ser un verdadero dojo. Obviamente, si hubiera ido con cualquiera de las mujeres de mi entorno (excepto mi hermana), me habrían dicho: "ay, este lugar es bien feo, mejor buscamos otro". Cosas de mujeres.

Hoy fue mi segundo día y espero tener la voluntad para seguir asistiendo a esa casa del dolor, pues el hecho de que esté a la vuelta me hace ahorrar mucho tiempo y dinero. Sin embargo, añoro cada día más mis días de entrenamiento en mi Dojo y no puedo dejar de pensar en que me arrebataron lo que por trabajo me gané.

Mientras veo la forma de regresar, mi días serán días de fierros.

Katsumoto
Hace mucho tiempo vi en uno de los episodios de Los Simpsons cómo se burlaban -una vez más- del abuelo Simpson. En este capítulo, Abraham (Abe) Simpson empezaba a hablar sobre un tema y poco a poco perdía el enfoque sobre el tema principal. No contento con esto, el pobre abuelo seguía hablando mientras sus oyentes se aburrían y hasta desesperaban al ver que no dejaba de hablar ni para acomodarse los dientes postizos.

Inicialmente pensé que era parte de la creatividad de los guionistas; sin embargo, luego recordé que yo lo había vivido ya y hasta me animé a revivirlo para comprobarlo.

Desde hace varios años, mi abuela paterna vive en Estados Unidos. Antes de que se vaya, recuerdo que para mis hermanos y para mí era muy difícil estar a gusto a su lado. Ella empezaba a contar sus historias de juventud y otras anécdotas de su vida, obviamente sin que nadie le hubiera pedido que nos relate un cuento o algo parecido.

Decidí confirmar mis sospechas antes de empezar a rajar de los pobres viejos. Mi abuela materna -muy distinta a mi abuela paterna- se viene hospedando en mi casa circunstancialmente. Luego del desayuno, decidí quedarme sentado en la mesa mientras tomaba un poco de jugo. No pasó mucho tiempo antes de que mi abuela empezara un interminable discurso con un "Ay! Te cuento..." y yo -instintivamente- me sentí atrapado y sin salida.

Mi abuela empezó con un tema bien definido, pero cada cinco minutos parchaba el final de una anécdota con el inicio de otra y sinceramente, no me daba la oportunidad de abrir mi boca y soltar una frase para cortarla. Mi hermana se dio cuenta y me dijo en voz baja: "provecho"; yo me di cuenta de su actitud cachacienta y pensé "maldita".

Pasaron dos horas y mi abuela seguía hablando sobre sus amistades, sus vecinos, sus conocidos, la gente que estaba delante de ella en la cola para la atención en el seguro médico, los negocios que hay en su barrio, la gente que trabaja en el supermercado de su barrio, etc...cosas que realmente no me interesan y dudo mucho que le interesen a alguien.

En eso, aunque mi mente curtida por la meditación había logrado concentrarse y aguantar el suplicio del discurso interminable; mi cuerpo no pudo más e hizo sonar mi estómago en clara señal de que el jugo de papaya había hecho su trabajo. Incluso fue difícil decir: "tengo que ir al baño, con permiso"; pero finalmente lo logré y escapé al baño, donde me encerré y luego de hacer mis deberes, me lavé la cara para planificar mi fuga total hacia mi bunker llamado habitación.

Salí del baño y desde la puerta del mismo grité hasta la cocina: "Estoy con sueño, me voy a dormir, cualquier cosa estoy en mi cuarto".

Misión cumplida.

Katsumoto
Este último jueves fue 8 de octubre y -como desde hace mucho tiempo- en el Perú es un día feriado. Aunque mucha gente lo único que hace es esperar ese número en el calendario para programar viajes, comilonas, fiestas o resacas; me llamó la atención la esencia de nuestro 8 de octubre.

Como sabemos, el 8 de octubre (1879) recordamos el Combate de Angamos. Desde el colegio, gracias al curso de Historia del Perú, nos cuentan cómo fue que se desarrolló el citado combate.

El Combate de Angamos fue uno de los episodios resaltantes de la Guerra del Pacífico. Una guerra que dejó sinsabores desde su declaratoria y que pesa en las almas de las naciones chilena y peruana hasta nuestros días en forma de resentimiento. Sin embargo, me ocuparé de este tema en otro momento.

No voy a repetir ni copiar lo que dicen los libros de historia, pues para eso ustedes y yo hemos ido al colegio y durante tantos años nos han hecho memorizar nombres y fechas. Me limitaré a comentar el significado del Combate de Angamos.

El Combate de Angamos es una de nuestras fechas más tristes. En él perdimos a uno de nuestros más valientes y honorables peruanos. Miguel Grau Seminario y su gloriosa nave, el Huáscar, no merecen que recordemos el día en que sus luces se apagaron. ¿Por qué el feriado de Grau no recuerda su natalicio? En otros países (más orgullosos que nosotros), los feriados de los héroes nacionales pertenecen a los días de sus nacimientos.

En contraposición al 8 de octubre, un día fatuo en los corazones peruanos; por alguna extraña razón, se derogó -desde hace varios años- el día 9 de diciembre como día feriado. Recordemos que el 9 de diciembre de 1824 se llevó a cabo la Batalla de Ayacucho, la cual selló la independencia del Perú frente a la Corona Española. No obstante, el 9 de diciembre no es día feriado en Perú. Sólo Ayacucho celebra el feriado regional, como si la independencia y la sangre vertida en es batalla pertenecieran sólo a los ayacuchanos.

¿Cómo es que celebramos -pues no estamos tristes en esas fechas- los feriados que nos recuerdan nuestras pérdidas y, por el contrario, olvidamos y llegamos a ignorar las fechas que nos hacen sentir orgullosos?

¿Es que acaso los peruanos somos mazoquistas y nos gusta sentirnos tristes por nuestro pasado?

Sinceramente, no lo entiendo.

Katsumoto
Ya son varios años desde que aprendí la lección que titula esta primera composición, por eso no puedo dejar de agradecer a quienes han hecho posible la existencia de este blog.

En primer lugar, quiero agradecer a mi hermana Andrea, quien me enseñó a configurar mi acceso a internet. Cuesta trabajo pensar que aquello que resulta tan fácil para una generación tan cercana, sea tan difícil para aquellos que nacimos unos años antes que ellos. Ya llevaba yo tres horas sudando frente a la computadora, cuando ella llegó para resolver mi problema en -literalmente- cinco minutos. Gracias, hermanita.

En segundo lugar, agradezco a mi estimado amigo Ziel, quien me ayudó con la configuración y creación de este blog (él prácticamente ha hecho todo, yo sólo lo estoy llenando de palabras). Llevo algún tiempo escribiendo historias muy cortas y simples, pero confieso que nunca habría empezado un blog si no fuera por el ejemplo y la ayuda de Ziel. Gracias, por tu paciencia y atención, amigo mío.

En tercer lugar quiero agradecer a todos aquellos que indirectamente hicieron posible este blog. Acá me refiero a mi madre, quien nunca me dejó ser una mosca y me exigió volar tan alto como las águilas; a mi padre por haber roto -con su ausencia- la burbuja en la que viví hasta los once años y haberme dado así, la oportunidad de hacerme fuerte en cuerpo, mente y espíritu.

Finalmente, agradezco de antemano a todas aquellas personas que se den el trabajo de leer mis opiniones, crónicas y composiciones. Asimismo, agradezco por anticipado todos los comentarios que dejen en este blog.

Onegai shimasu.

Katsumoto