Sé que todo lo que está sucediendo en mi vida últimamente es obra tuya, papá. Ambos sabemos que estas cosas no habrían sucedido si sólo dependiera de mí.

Aunque mi voluntad sea fuerte, todo lo demás depende de las de los demás y yo no logro sintonizarme con el común de la gente. Tal vez sea por eso que incluso ahora me siento distinto, cuando debería sentirme menos o igual.

Cada día es una lección nueva. Ahora conversamos tanto como antes. No me estoy volviendo loco, ese peligro pasó hace hace unos meses y ahora estoy retomando mi vida. Estoy seguro de que a pesar de que el alma y la energía existen, no es posible la comunicación entre los que estamos aún aquí, como yo, y los que ya partieron, como tú.

Sin embargo, últimamente me recuerdas las lecciones que me diste desde que te volví a ver luego de esos cinco años que no te tuve a mi lado; y una que otra nueva lección.

Ayúdame a ser mejor, a ser útil y a cambiar el mundo en el que vivo. Dame las fuerzas que tú tuviste para enfrentarte a la vida y darle la contra, con tal de ver en los demás el cambio que viste en tu propia vida.

Sigue conversando conmigo, por favor, papá.
En marzo de este año, mi padre falleció de un caprichoso paro cardiaco. Aún sigo pensando en quién puede ser tan perverso como para tener un capricho de esa naturaleza y seguir existiendo tranquilamente haciéndose llamar Dios.

Este ha sido el golpe más bajo que la vida me ha dado hasta ahora. Una sensación totalmente nueva me ha invadido día tras día hasta esta semana.

Perdí las fuerzas para levantarme y, a veces, pensé que estaba a punto de dormir para siempre. Sin embargo, como creyente que soy de la trascendencia del espíritu al mundo material, siento que el espíritu de mi padre me acompaña y trata de consolar mi corazón.

Desde este mes, han sucedido cosas que no esperaba y que me hacen sentirme distinto. Siento que es la manera que mi padre ha encontrado para comunicarse conmigo y hacerme saber que está bien.

A partir de ahora, viviré mejor y trataré de seguir su ejemplo, como siempre.

Papá, sabes que si de mi vida dependiera, estarías aún entre nosotros, haciéndonos reír.
Hace buen tiempo que no escribo en el blog. No es que me haya aburrido, sino que había empezado a trabajar -una vez más- para el Estado, el gran succionador de vida.

No siendo el dinero una preocupación en mi vida, puedo darme algunos lujos existenciales. Mis padres nunca me inculcaron eso que parece tan común en los demás: trabajar por dinero.

Desde pequeño se me inculcó el trabajo como forma de aprendizaje y asunción de responsabilidades para alcanzar la madurez social. Aunque mi madre me empujaba a trabajar, nunca me obligó a hacer lo que no quería. Es por eso que los trabajos que he buscado y conseguido siempre han sido por cuenta propia y los he hecho con interés y mucho gusto.

Ahora que me encuentro a la mitad de mi esperanza de vida, puedo saborear ese exquisito manjar que es lanzarle en la cara el dinero a alguien por un trabajo que no quieres hacer. No importa cuánto ofrezca, si no estoy de acuerdo y no se hacen las cosas bajo mis condiciones, no las haré.

Hace poco, gané un concurso público. Es mi pasatiempo mientras no estoy trabajando. A veces postulo sólo por dar el examen y divertirme un poco. No siempre tengo ganas de entrar a trabajar y a veces, hasta renuncio al puesto sin haber empezado.

Este trabajo parecía muy bueno e interesante. Económicamente era mejor que el promedio, pero no era suficiente para mí. Igual, dinero aparte, me interesaba; pero cuando empecé a conocer cómo funcionaban las cosas por dentro, me decepcioné mucho.

Como siempre, en el Perú, el problema con las instituciones del Estado son las personas que trabajan dentro de ellas. Por lo general, son gente irresponsable, mediocre y acostumbrada a la informalidad y a la regularización de actos errados.

Luego de dos semanas, habiendo corroborado la infame situación y el incómodo ambiente de trabajo, perdí las ganas de prestar mis servicios al lado de estas personas. Sobre todo si los peores no son mis subalternos -a los cuales podría mandar y poner en orden-, sino los que ostentan cargos de mando medio y que se creen omnipotentes por sus contactos y amistades, algunos tan mediocres y corruptos como ellos mismos.

Antes de ser ensuciarme con tanta porquería, presenté mi carta de renuncia y me fui sin reclamar ni recibir una sola moneda de las que me corresponderían por haber laborado 30 días. Cualquier otra persona, se pelearía por el trabajo que he desechado y hasta se encadenaría al edificio para que le paguen sus honorarios, pero yo no.

A veces me pregunto si vale la pena seguir intentando trabajar por esta sociedad tan desagradecida que no valora a sus buenos recursos humanos y se deja llevar por la fama, el dinero o el poder de los hombres mediocres.

La mayoría de peruanos se contentan con dormir, comer, tomar alcohol, fornicar y recibir un sueldo a fin de mes por cualquier cosa que hagan. Casi nadie tiene ideales y muchos menos desean hacerlos realidad para mejorar el muladar en el que se han acostumbrado a vivir.

Ayer dejé ese trabajo y hoy he amanecido contento, porque sé que mi destino no está al ras del suelo, pero empiezo a sospechar de que tampoco en este país.

Katsumoto
Por estos días se está llevando a cabo una serie de celebraciones por un aniversario más de la inmigración japonesa al Perú. Para hoy se programó la exhibición anual de artes marciales, un evento obligado y clásico en el Dojo del Centro Cultural Peruano Japonés.

Como cada año, mi interés por las artes marciales japonesas me llevó a asistir puntualmente a la exhibición. Cuál sería mi sorpresa al ver cómo había cambiado la exhibición en su fondo y en su forma.

El evento fue programado para la 7:30 de la noche. Creo que todos los años ha sido para la misma hora. Sin embargo, hoy se olvidaron de la característica puntualidad japonesa y se dejaron llevar por la famosa "hora peruana", empezando media hora más tarde. Sí, leyó bien, amigo lector; la comunidad peruano-japonesa olvidó a sus ancestros y empezaron treinta minutos más tarde.

La puntualidad -me enseñó mi sensei- es una muestra de respeto por el tiempo de vida de los demás. Y realmente me sentí ofendido. Hasta ahora no puedo creer que los japoneses hayan permitido esto, pero lo peor es que no dieron explicaciones ni mucho menos pidieron disculpas.

Luego postergaron la exhibición para entregar premios a los deportistas de la comunidad nikkei (peruano-japonesa) que habían dado medallas al Perú. Yo estoy de acuerdo con reconocer los logros de los demás, pero creo que en todo caso debieron empezar más temprano, pues esa ceremonia duró aproximadamente 45 minutos.

Finalmente llegó el momento de la exihibición. Me pareció ver menos gente mostrando las artes marciales. Como sabemos, las 4 artes marciales japonesas fundamentales son: karatedo, aikido, judo y kendo. Pero además se presenta siempre el grupo de radio taiso. Sobre esto último no voy a comentar por respeto a la ancianidad de sus miembros.

Empecemos con Kendo. Su exhibición fue igual que todos los años. Desde mi punto de vista, no les interesa mostrar el potencial del camino de la espada y se han acostumbrado a hacer los mismos movimientos todos los años.

Le siguió el Karatedo estilo Shorin. Su presentación no mostraba la esencia del karatedo. Uno llega a pensar que el Shorin ryu no tiene nada de especial frente a las demás ramas del karatedo y eso incrementa la ignorancia y la superficialidad con que se conocen las artes marciales.

Siguió el Judo. Su exhibición fue la de la año pasado con un 20% menos. No hubo randori (lucha real) y se limitó a mostrar una mujer que supuestamente se defendía de varios atacantes, sin convencer y ejecutando incluso un movimiento suicida y gracioso que arrancó risas del público.

Continuó el karatedo estilo enshin. Probablemente el único estilo que se diferencia de los demás con notoriedad. Incluso la reseña hecha sobre esta escuela fue consistente. Si la exhibición la hubieran realizado cinturones negros, habría mostrado mejor su técnica.

Llegó el aikido y puse más atención. Fue en vano. Lo que vi era digno de un dojo pobre de espíritu. Me dio mucha pena ver cómo alumnos de mi generación mostraban un cinturón mucho más oscuro que el mío, pero una técnica y un espíritu tan débil. Me pregunto qué habrá pasado.

Finalmente entró en escena el karatedo estilo shotokan, hecho famoso por Akio Tamashiro y su ya conocido kata, con el cual ha ganado siempre todos sus campeonatos. Al notar que de ese estilo lo único decente iba a ser ver el kata desarrollado por Tamashiro una vez más, me paré de mi butaca, pedí permiso y me fui decepcionado.

Mi conclusión es que las artes marciales en muchos dojo se han convertido en un negocio. La mediocridad ha transformado el arte en una mercancía que se materializa en la venta de los cinturones que ostentan orgullosos los niños para sus padres.

Mucha de la culpa de tan decepcionante exhibición la tiene la organización, pues el 70% de los participantes de la exhibición eran niños que llevaban regularmente los cursos. Obviemente, esto busca que los padres -un montón filmando la exhibición- sigan pagando las altas mensualidades del dojo y que otros padres, deseosos de ver a sus hijos al más puro estilo gringo, se animen a pagar cientos de soles por ver a sus hijos como karate kids.

Todo tiempo pasado fue mejor.

Katsumoto
En las dos partes anteriores relaté cómo los miembros de mi familia tuvieron extrañas anécdotas con apariciones en mi casa. Hoy les entrego la tercera parte de la crónica sobre fantasmas: mis experiencias.

Yo no suelo sufrir de insomnio. En parte a mis agitadas rutinas y a mi gusto por dormir. Una noche yo dormía tranquilamente, pero de pronto desperté por un frío en los pies. Me dí cuenta de que mis pies estaban descubiertos por la frazada. Claro, cualquiera dirá que eso es lo que pasa normalmente cuando jalas la frazada y te destapas alguna parte del cuerpo sin querer. Pero, ¿cómo explicar que la frazada esté doblada y redoblada prolijamente hasta mis tobillos?

En otra ocasión, sucedió que había terminado de hacer una tarea de la universidad. Eran como las dos de la madrugada y bajé a revisar si la puerta de mi casa en el primer piso estaba asegurada con llave y candado. Todos dormían y el silencio imperaba. Cuando regresé a mi cuarto, cuál sería mi sorpresa al ver el televisor de mi cuarto encendido al lado de mi cama. Ese televisor no tenía opción despertador y estoy seguro de que estaba apagado. Es lo más cercano a la película Poltergeist que me ha tocado vivir.

Finalmente, puedo contarles mi experiencia fantasmal más cercana. Ya dormía yo plácidamente cuando, de pronto, desperté siendo levitado por alguna fuerza extraña a varios algunos centímetros de mi cama. Inmediatamente, fui "soltado" y azotado contra la cama. No fue mi imaginación, a pesar de que todo pasó muy rápidamente.

Yo no siento miedo de estas situaciones paranormales. No le temo a la oscuridad ni a los fantasmas. Sin embargo, me pregunto hasta ahora porqué mi casa -o mi familia- fue elegida por seres extraños. En todo caso, podría ser que mi casa sea una especie de "estación de tren" espiritual y que sea fácil ingresar a ella.

Parece que las cosas se han calmado y yo no he vuelto a tener estas anécdotas. No obstante, si volviera a suceder, espero que tenga la oportunidad de tener alguna forma de comunicación con esos espíritus, pues hay preguntas cuyas respuestas no voy a conocer en este mundo.

Katsumoto
En esta segunda parte me ocuparé de relatar algunos encuentros paranormales que han tenido los miembros de mi familia en casa.

En casa solemos tener siempre al menos un perro. Por ahora, una perra boxer nos acompaña y siempre está con nosotros.

Al final del pasillo se encuentra el dormitorio de mi madre. Frente a él, hay un baño y al final del pasillo, está la cocina. Un día, avanzada la noche y estando de viaje mi madre, ella notó que la boxer se quedaba mirando fijamente hacia el final del pasillo, no habiendo nadie. Esto lo hemos notado todos varias veces y lo único que se nos ocurre es que la perra es tan sensitiva que logró sentir a algún pericote en la cocina.

Sin embargo, cierta noche, en las mismas circunstancias, mi hermana estaba en el cuarto de mi madre con la boxer. De un momento a otro, la boxer empezó a gruñir mirando hacia el baño desde la puerta, sin que hubiera nadie dentro (ni despierto en la casa). Mi hermana dice haber visto que una niña en camisón pasó por el baño. En este caso, no se nos ocurrió un argumento para explicar el hecho y teniendo en cuenta de que mi hermana la única droga que se mete al organismo es su gaseosa negra, pues le creo.

En la tercera parte de este post, comentaré algunas de las situaciones extrañas que me tocaron vivir en casa y cómo no puedo explicarlas hasta ahora.

Katsumoto
Hace aproximadamente diecisiete años llegué a la casa en la que vivo con mi madre y mis hermanos. Con esfuerzo, donaciones y deudas por doquier mi madre logró levantar sus paredes y ponerle techo.

Hoy nuestra casa tiene dos pisos techados y está bien conservada. Sin embargo, hace poco sucedió algo que durante un tiempo había dejado de suceder, pero que por circunstancias de la vida, supongo que ha vuelto a pasar.

No se puede decir que mi casa sea vieja, tampoco ha sido construída sobre un cementerio, ni muchos menos ha sido habitada por alguien antes de nosotros. No obstante, todos hemos tenido contacto con alguna aparición o energía extraña al menos una vez en estos diecisiete años.

Mi abuela, quien hace casi un mes llegó para quedarse temporalmente, nos contó hace un par de días que había recibido una visita por parte de sus familiares. Incluyendo su madre.

Yo no le creería -y hasta me reiría- si no hubiera tenido yo también experiencias similares en esta casa. Claro que puedo relatar mis experiencias y lo haré a su debido tiempo (en la segunda o tercera parte), pero por ahora sólo relataré lo que nos contó la abuela.

Debo empezar señalando que mi abuela se está recuperando en mi casa de una intervención quirúrgica que la ha dejado bastante débil. Ahora lo que ella nos contó.

Mi abuela dice haber sido visitada a la medianoche por su madre, vestida de blanco, sin expresión facial y tomada de la mano por una niña a quien no reconocía. Mi abuela dice además haber querido gritar, pero sin posibilidad alguna ya que por alguna razón no podía mover la boca.

Al día siguiente, relata haber recibido la visita de cinco familiares -entre hermanos y sobrinos- fallecidos que llegaron hasta su cama para rodearla y mirarla con una sonrisa que la asustaba, por lo que se entiende que no eran expresiones dulces ni tiernas.

La pregunta es, ¿sería posible que un aspecto de la cercanía a la muerte sea anunciada por nuestros familiares fallecidos?, ¿será un "privilegio" de aquellos que hicieron daño o un trámite para todos?

Aunque su experiencia con estos fantasmas no ha sido escalofriante como las que hemos tenido mi madre, mis hermanos y yo, empiezo a creer que las situaciones de este tipo son circunstanciales y requieren de un motivo que les abra la puerta de la casa.

En la parte 2 me encargaré de relatar los acontecimientos paranormales de los miembros de mi familia.

Preparen canchita.

Katsumoto