Hace mucho tiempo vi en uno de los episodios de Los Simpsons cómo se burlaban -una vez más- del abuelo Simpson. En este capítulo, Abraham (Abe) Simpson empezaba a hablar sobre un tema y poco a poco perdía el enfoque sobre el tema principal. No contento con esto, el pobre abuelo seguía hablando mientras sus oyentes se aburrían y hasta desesperaban al ver que no dejaba de hablar ni para acomodarse los dientes postizos.

Inicialmente pensé que era parte de la creatividad de los guionistas; sin embargo, luego recordé que yo lo había vivido ya y hasta me animé a revivirlo para comprobarlo.

Desde hace varios años, mi abuela paterna vive en Estados Unidos. Antes de que se vaya, recuerdo que para mis hermanos y para mí era muy difícil estar a gusto a su lado. Ella empezaba a contar sus historias de juventud y otras anécdotas de su vida, obviamente sin que nadie le hubiera pedido que nos relate un cuento o algo parecido.

Decidí confirmar mis sospechas antes de empezar a rajar de los pobres viejos. Mi abuela materna -muy distinta a mi abuela paterna- se viene hospedando en mi casa circunstancialmente. Luego del desayuno, decidí quedarme sentado en la mesa mientras tomaba un poco de jugo. No pasó mucho tiempo antes de que mi abuela empezara un interminable discurso con un "Ay! Te cuento..." y yo -instintivamente- me sentí atrapado y sin salida.

Mi abuela empezó con un tema bien definido, pero cada cinco minutos parchaba el final de una anécdota con el inicio de otra y sinceramente, no me daba la oportunidad de abrir mi boca y soltar una frase para cortarla. Mi hermana se dio cuenta y me dijo en voz baja: "provecho"; yo me di cuenta de su actitud cachacienta y pensé "maldita".

Pasaron dos horas y mi abuela seguía hablando sobre sus amistades, sus vecinos, sus conocidos, la gente que estaba delante de ella en la cola para la atención en el seguro médico, los negocios que hay en su barrio, la gente que trabaja en el supermercado de su barrio, etc...cosas que realmente no me interesan y dudo mucho que le interesen a alguien.

En eso, aunque mi mente curtida por la meditación había logrado concentrarse y aguantar el suplicio del discurso interminable; mi cuerpo no pudo más e hizo sonar mi estómago en clara señal de que el jugo de papaya había hecho su trabajo. Incluso fue difícil decir: "tengo que ir al baño, con permiso"; pero finalmente lo logré y escapé al baño, donde me encerré y luego de hacer mis deberes, me lavé la cara para planificar mi fuga total hacia mi bunker llamado habitación.

Salí del baño y desde la puerta del mismo grité hasta la cocina: "Estoy con sueño, me voy a dormir, cualquier cosa estoy en mi cuarto".

Misión cumplida.

Katsumoto

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