Ya son varios años desde que aprendí la lección que titula esta primera composición, por eso no puedo dejar de agradecer a quienes han hecho posible la existencia de este blog.

En primer lugar, quiero agradecer a mi hermana Andrea, quien me enseñó a configurar mi acceso a internet. Cuesta trabajo pensar que aquello que resulta tan fácil para una generación tan cercana, sea tan difícil para aquellos que nacimos unos años antes que ellos. Ya llevaba yo tres horas sudando frente a la computadora, cuando ella llegó para resolver mi problema en -literalmente- cinco minutos. Gracias, hermanita.

En segundo lugar, agradezco a mi estimado amigo Ziel, quien me ayudó con la configuración y creación de este blog (él prácticamente ha hecho todo, yo sólo lo estoy llenando de palabras). Llevo algún tiempo escribiendo historias muy cortas y simples, pero confieso que nunca habría empezado un blog si no fuera por el ejemplo y la ayuda de Ziel. Gracias, por tu paciencia y atención, amigo mío.

En tercer lugar quiero agradecer a todos aquellos que indirectamente hicieron posible este blog. Acá me refiero a mi madre, quien nunca me dejó ser una mosca y me exigió volar tan alto como las águilas; a mi padre por haber roto -con su ausencia- la burbuja en la que viví hasta los once años y haberme dado así, la oportunidad de hacerme fuerte en cuerpo, mente y espíritu.

Finalmente, agradezco de antemano a todas aquellas personas que se den el trabajo de leer mis opiniones, crónicas y composiciones. Asimismo, agradezco por anticipado todos los comentarios que dejen en este blog.

Onegai shimasu.

Katsumoto

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