En marzo de este año, mi padre falleció de un caprichoso paro cardiaco. Aún sigo pensando en quién puede ser tan perverso como para tener un capricho de esa naturaleza y seguir existiendo tranquilamente haciéndose llamar Dios.

Este ha sido el golpe más bajo que la vida me ha dado hasta ahora. Una sensación totalmente nueva me ha invadido día tras día hasta esta semana.

Perdí las fuerzas para levantarme y, a veces, pensé que estaba a punto de dormir para siempre. Sin embargo, como creyente que soy de la trascendencia del espíritu al mundo material, siento que el espíritu de mi padre me acompaña y trata de consolar mi corazón.

Desde este mes, han sucedido cosas que no esperaba y que me hacen sentirme distinto. Siento que es la manera que mi padre ha encontrado para comunicarse conmigo y hacerme saber que está bien.

A partir de ahora, viviré mejor y trataré de seguir su ejemplo, como siempre.

Papá, sabes que si de mi vida dependiera, estarías aún entre nosotros, haciéndonos reír.